El 15 de octubre de 1987, la vida del Capitán Thomas Sankara fue truncada, pero su espíritu se elevó a la categoría de mística política y su legado se grabó a fuego en la historia de África y del mundo. Más que un líder, Sankara fue un profeta que concibió la política como un acto de redención y dignidad, un «Che africano» que transformó Alto Volta en Burkina Faso—la «Tierra de hombres íntegros».

Su mística radicó en la fusión de la austeridad radical y la ética revolucionaria. Se negó a habitar palacios, a conducir coches de lujo y a aceptar un salario más allá del de un capitán, demostrando que el poder puede ser un servicio y no un privilegio. Su filosofía política se centró en la autosuficiencia (combatir el hambre con la agricultura masiva y la reforestación) y la emancipación total (impulsando el feminismo desde el Estado y luchando contra la opresión tribal).

Un legado filosófico contra la deuda y el neocolonialismo

El acto cumbre de su pensamiento fue su discurso ante la Organización para la Unidad Africana (OUA), donde llamó a un frente unido africano para rechazar la deuda externa, calificándola como un «instrumento colonial» diseñado para el estrangulamiento de los pueblos. Esta postura, audaz y profundamente ética, encapsula su visión para África: una visión de soberanía, dignidad y unidad real, liberada de las cadenas del neocolonialismo económico.
Para el mundo, su legado es la prueba viviente de que otra forma de gobernar es posible: una donde la integridad del líder es el primer motor de la transformación social, y donde la política se enfoca en las necesidades más básicas del pueblo (agua, salud, educación) antes que en el capital extranjero.

El llamado místico en tiempos de genocidio

Hoy, en un tiempo de profunda oscuridad donde el término «genocidio» vuelve a resonar y la indiferencia parece reinar, la mística de Sankara nos hace un llamado urgente:

Resignificar la dignidad: Su vida nos exige recordar que la soberanía de un pueblo no se negocia y que la vida de cada ser humano, especialmente la de los oprimidos, tiene un valor infinito.

Abolir la indiferencia: La misma lógica de expolio económico y deuda que él combatió sigue operando en estructuras que permiten la violencia masiva. Sus ideales nos impulsan a ser la «Tierra de hombres íntegros» no solo en nuestro territorio, sino en nuestra conciencia global.

Reafirmar la humanidad común: Sankara quería ser «el heredero de todas las revoluciones del mundo», un símbolo de que la lucha por la justicia es universal. En la sombra del genocidio, su espíritu es una luz que nos obliga a actuar, a ser militantes de la paz con la misma audacia con la que él fue militante de la revolución.

Su sangre derramada el 15 de octubre de 1987 no fue un final, sino la savia que sigue nutriendo la esperanza de un África —y un mundo— más justo y digno. Que su memoria nos infunda el coraje para vivir, como él, sin miedo y con la más alta integridad.

 

Fuente: ollantayitzamna.com

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