«Esto no es una nueva Guerra Fría. Es algo más fluido e impredecible», indica Fiódor Lukiánov, presidente del presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia.

A lo largo de finales del siglo XX y la primera década del XXI, el Occidente dominante daba por hecho que «la interdependencia económica, los mercados globales y un conjunto único de normas» dejarían una larga sombra sobre las diferencias históricas y culturales para sumergirlas en la oscuridad, señala Fiódor Lukiánov, editor jefe de Russia in Global Affairs y presidente del presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia. 

«En esa visión, las identidades civilizatorias —las profundas estructuras de la tradición, la cultura y la cosmovisión— se consideraban casi como reliquias«, sostiene Lukiánov. Sin embargo, esa época ha terminado y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca no hizo más que visibilizar aún más esta nueva realidad, donde prevalecen «la identidad, la diferencia y la autoafirmación civilizatoria». «La cuestión ahora no es si este cambio está ocurriendo, que sin duda ocurre, sino cómo funcionará el mundo en este contexto«, remarca. 

El efecto Trump

En menos de un año en el cargo, el mandatario estadounidense transformó no solo la diplomacia de su propio país, sino también las expectativas globales en torno a ella. Con su mandato, Trump ha resucitado «una caricatura que los europeos trazaron en su día de los estadounidenses: descarados, seguros de sí mismos, desdeñosos de los matices, convencidos de que el poder es el argumento más honesto», expone Lukiánov.

Sin embargo, sus métodos de posicionarse en el escenario mundial también incluyen la franqueza, característica que resulta «ser más fácil de manejar que el lenguaje ambiguo y refinado de Washington». Por otro lado, «la franqueza desmedida es peligrosa, y Trump suele tratar la diplomacia como si fuera un escenario televisivo, donde la escalada es más un drama que una consecuencia», resalta.  

Su choque con China

El país que más contrasta con el estilo de Trump es China, el principal rival geopolítico de Estados Unidos. Mientras el líder estadounidense aboga por «el dominio y el espectáculo», Pekín se declina por «la continuidad, la paciencia disciplinada, el compromiso para salvar las apariencias y la creencia en una evolución gradual y controlada», enumera Lukiánov. 

Durante el primer mandato de Trump, el gigante asiático esperaba que su agresivo comportamiento fuese «una fase pasajera». Sin embargo, el segundo mandato le hizo cambiar de opinión y dar un giro en su actitud hacia Washington. «Pekín está aprendiendo a responder a la franqueza con la misma franqueza, aunque lo haga con reticencia«, indica Lukiánov.

«Todavía se siente incómodo culturalmente con la confrontación abierta. Sin embargo, los líderes comprenden que la era de la ambigüedad estratégica cortés ha terminado. Esta fase —coerción versus resolución, amenaza versus contraamenaza— no es una interrupción pasajera. Es la nueva normalidad», afirma.

El desarrollo de las relaciones

Las relaciones entre Estados Unidos y China irán yendo en círculos y sus líderes tendrán que empezar de cero en numerosas ocasiones. «Cada parte pondrá a prueba los límites de su capacidad de amenaza sin llegar al desastre«, comunica Lukiánov. «Esto no es una nueva Guerra Fría. Es algo más fluido e impredecible. El mundo actual no es bipolar; es un sistema en el que otros actores importantes —desde Rusia e India hasta coaliciones regionales en Oriente Medio, Eurasia y América Latina— se impondrán», sostiene.

«Pero el eje central de la transformación es la divergencia entre Estados Unidos y China. La simbiosis de intereses que definió los últimos cuarenta años ha terminado. La interdependencia es ahora un campo de batalla, no una fuerza estabilizadora«, indica.

¿Qué esperar tras la era Trump?

Es comprensible que Trump no se mantendrá al poder para siempre, y que China también seguirá evolucionando de manera continua. No queda claro si el futuro les depara «una fase de calma» o un aumento de tensiones aún más grave. «La única certeza es que estamos presenciando un cambio estructural, no una disputa pasajera. La fase más ambiciosa de la globalización ha terminado. Ha surgido un mundo de actores civilizatorios —a veces cooperando, a menudo compitiendo—. Y la relación entre Estados Unidos y China definirá sus contornos más que ningún otro factor«, concluye Lukiánov.

En la Administración de la Casa Blanca hay un grupo de personas que aboga por «fortalecer el papel internacional del dólar», confirmó un experto en la materia.

La Administración de Donald Trump estudia las vías para reforzar la influencia del dólar en la economía global y contrarrestar el creciente peso financiero de China, que intenta minimizar el uso de la moneda estadounidense en transacciones con los países emergentes, reporta Financial Times.

Según el periódico, personal de la Casa Blanca y del Departamento del Tesoro han mantenido reuniones en verano con Steve Hanke, profesor de la Universidad Johns Hopkins y reconocido experto en materia de la dolarización, para evaluar cómo expandir el uso internacional de la divisa.

«Es una política que están tomando muy en serio, aunque aún está en desarrollo. No se han tomado decisiones finales todavía», declaró Hanke a Financial Times.

El debate se produce en el contexto de la involucración de EE.UU. en las economías inestables de América Latina, como la de Argentina, donde la pérdida recurrente de confianza en el peso ha reavivado discusiones sobre el uso del dólar como moneda oficial, aunque tanto Buenos Aires como Washington niegan que exista un plan concreto sobre la dolarización del país.

Interés serio

Hanke indicó que una figura relacionada con la política, con conexiones en la Casa Blanca, le dejó claro que en lo alto de la actual Administración hay un grupo de personas que aboga por «fortalecer el papel internacional del dólar«. Explorar vías paralelas, como la promoción de ‘stablecoins’ respaldadas por la moneda estadounidense, va en la misma línea que el interés en la dolarización de otros países, agregó.

«Los poderosos habían solicitado que se examinaran a fondo todas las cuestiones relacionadas«, resumió.

Un portavoz de la Casa Blanca confirmó los encuentros con Hanke, pero insistió en que el Gobierno no ha adoptado una posición oficial sobre la promoción de la dolarización. «El presidente Trump ha reafirmado reiteradamente su compromiso con mantener la fortaleza y el poder del dólar«, señaló, añadiendo que «la Administración solicita con regularidad la opinión de expertos externos sobre esta prioridad presidencial».

«Sin embargo, estas conversaciones y sesiones de consulta no deben interpretarse como un reflejo de las posturas políticas oficiales ni de la formulación de políticas de la Administración», afirmó el portavoz Kush Desai.


Fuente: actualidad.rt.com

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