Las denuncias de Arlacchi desnudan no solo la manipulación de Estados Unidos, sino también la irresponsabilidad de quienes en Chile y el resto de América Latina reproducen sin filtro esas mentiras. Cada vez que un medio, un analista o un político repite que Venezuela es un “narco-estado”, no solo contribuye a legitimar sanciones criminales que afectan al pueblo venezolano: también colabora indirectamente con la expansión del crimen organizado real.

Por: Revista De Frente

​»El documento no ha hecho otra cosa que confirmar los 30 informes anuales precedentes, que no hablan de narcotráfico venezolano porque no existe.»

Las declaraciones de Pino Arlacchi, Vicesecretario general de las Naciones Unidas y Director Ejecutivo de ONUDD, el programa antidroga y el delito de la ONU, publicadas en El Universal, son un golpe frontal a la maquinaria propagandística que desde Washington busca definir a Venezuela como un “narco-estado”. En su columna, Arlacchi recuerda que durante su mandato al frente del máximo organismo internacional antidrogas nunca tuvo necesidad de visitar Caracas, pues la cooperación del gobierno bolivariano en esta materia era ejemplar, solo comparable con el impecable historial de Cuba.

Arlacchi se apoya en datos duros: el Informe Mundial sobre Drogas 2025 apenas menciona a Venezuela y confirma que el país carece de cultivos ilícitos, mientras que Colombia produce más del 70% de la cocaína global y Ecuador se ha convertido en un corredor central hacia Europa. El mito del “Cártel de los Soles” —promovido por Donald Trump y repetido por medios y voceros locales en la región— no tiene sustento en ningún informe de la ONU, de agencias europeas ni de organismos policiales internacionales. Según el funcionario de la ONU, lo que se vende como un supercartel al estilo Netflix no es más que propaganda para justificar sanciones, bloqueos y la presión sobre un país sentado sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Las palabras de Arlacchi no son una opinión ligera. Su currículum lo avala como uno de los mayores expertos globales en crimen organizado y narcotráfico. En Italia, fue consultor de la Comisión Parlamentaria Antimafia y fundador de la Dirección Investigativa Antimafia (DIA), organismo creado para combatir a Cosa Nostra y otras organizaciones mafiosas. Fue también presidente de la Asociación Internacional para el Estudio del Crimen Organizado y presidente honorario de la Fundación Giovanni Falcone, en honor al magistrado asesinado por la mafia.

En 1997, asumió como Director General de la Oficina de la ONU en Viena y Director Ejecutivo de la ONUDD. Desde allí promovió una estrategia mundial para erradicar cultivos ilícitos, impulsó la reconversión productiva en Colombia, Bolivia y Perú, financió directamente la eliminación de cultivos de opio en Afganistán y lideró las negociaciones que culminaron con la Convención de Palermo contra la Delincuencia Organizada Transnacional en el año 2000, uno de los instrumentos más importantes en la lucha global contra el crimen. Su trayectoria revela un punto central: Arlacchi habla con la autoridad de quien dedicó décadas a estudiar, enfrentar y diseñar políticas efectivas contra el narcotráfico.

Las denuncias de Arlacchi desnudan no solo la manipulación de Estados Unidos, sino también la irresponsabilidad de quienes en Chile y el resto de América Latina reproducen sin filtro esas mentiras. Cada vez que un medio, un analista o un político repite que Venezuela es un “narco-estado”, no solo contribuye a legitimar sanciones criminales que afectan al pueblo venezolano: también colabora indirectamente con la expansión del crimen organizado real.

Mientras se demoniza a Caracas, las verdaderas rutas del narcotráfico —Ecuador, Centroamérica, Colombia— se consolidan en la sombra. Esta selectividad es funcional a la estrategia de Washington: golpear a gobiernos soberanos que defienden sus recursos, mientras se hacen “ciegos” ante países que, aunque son epicentros del tráfico, no cuestionan la hegemonía estadounidense. En el caso chileno, la repetición acrítica de esta narrativa abre la puerta para justificar políticas de intervención, debilita la seguridad nacional y distrae del verdadero desafío: impedir que el crimen organizado transnacional se siga expandiendo. Mientras responsabilizan al gobierno de Venezuela, invitan y avalan el ingreso de militares desertores a nuestro país, hoy vinculados a diversas áreas del crimen organizado como señala un reciente informe de inteligencia de la denominada Macro Zona Norte.

La conclusión de Arlacchi es clara: no se trata de drogas, ni de seguridad, ni de crimen. Se trata de petróleo. Y quienes en América Latina se prestan al juego imperial no están combatiendo el narcotráfico, sino favoreciendo su expansión al desviar la atención del verdadero mapa de la criminalidad global.

Fuente: revistadefrente.cl

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