Revolución del 20 de octubre de 1944 marcó el inicio de la «Primavera Democrática» en Guatemala, un período de diez años que buscó modernizar el Estado y la sociedad.

 

Su legado es vasto e incluye la creación de instituciones fundamentales como el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) y la promulgación del primer Código de Trabajo, que por primera vez reconoció derechos a la clase trabajadora. Otros logros significativos fueron la autonomía universitaria, la expansión educativa con las Escuelas Tipo Federación, y el impulso a la infraestructura con obras como la Carretera al Atlántico. Sin embargo, esta transformación fue truncada por el golpe de Estado de 1954, auspiciado por intereses foráneos y la élite local, lo que impidió la consolidación de la reforma agraria y sumió al país en décadas de conflicto armado. El espíritu de esta gesta histórica, que puso fin a la dictadura de Jorge Ubico, sigue siendo un referente moral para quienes buscan un Estado más justo y democrático. Décadas después, la elección del presidente Bernardo Arévalo en 2023 se presentó con la promesa de una «Segunda Primavera» democrática, generando enormes expectativas de cambio profundo. Si bien el gobierno ha destacado la introducción de cuadros técnicos y una mayor transparencia inicial, enfrentó desde el inicio una férrea oposición por parte de lo que se ha denominado el «Pacto de Corruptos», especialmente en el Ministerio Público. Las críticas que señalan la persistencia de la corrupción, la continuidad en la entrega de bienes públicos, el supuesto servilismo a intereses externos, el abandono de la infraestructura vial a pesar de un presupuesto histórico y la infiltración del crimen organizado en instituciones clave reflejan la profunda frustración de un sector de la población que esperaba un quiebre radical con las viejas prácticas. El contraste entre el ideal de la Revolución de 1944, que logró sentar las bases de un Estado de bienestar social, y las dificultades del actual gobierno ilustra los enormes desafíos estructurales que persisten en Guatemala. La alta expectativa de la «Segunda Primavera» choca con la realidad de un Estado cooptado y la necesidad de navegar un complejo panorama político con un Congreso fragmentado y la constante amenaza de la «guerra judicial». La capacidad del gobierno de Arévalo para superar la inercia de la corrupción, garantizar la seguridad, y concretar las reformas prometidas, como la inversión en infraestructura y la lucha contra la desigualdad, determinará si su gestión será recordada como el verdadero inicio de una nueva era o como otro intento fallido frente a un sistema profundamente arraigado. Geopolítica desde la Aldea conversa con tres destacados analistas al respecto. Edgar Ruano, Claudia Martínez y Marcelo Colussi desmadejan el legado de aquella revolución en la intersubjetividad de los territorios y el campo popular en lucha hoy, y la realidad del gobierno de Bernardo Arévalo.

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