Por Ollantay Itzamná * / @JubenalQ
Guatemala es un país con una extensión territorial de apenas 108 mil Km2, equivalente al Departamento de Potosí de Bolivia o al de Ucayali de Perú, en esta pequeña superficie terrestre viven 25 pueblos (22 pueblos mayas, Xinca, Garífuna y Mestizo) casi siempre sin encontrarse, ni reconocerse unos con otros, ya por más de dos siglos de República. El 63% de la población vive en el empobrecimiento. Pero, el país es la décima economía regional con sus $ 85 mil millones de Producto Interno Bruto (PIB).
En los últimos días, abundan noticias, en especial en el espectro internacional, sobre premoniciones de golpes de Estado, ruptura constitucional, incertidumbre política, corrupción, etc. porque el sector oficial derrotado en las urnas se resiste a aceptar al ganador que también representa intereses de la élite, e intereses norteamericanos. Es decir, una supuesta trifulca entre los desobedientes y obedientes a los intereses norteamericanos.
Grandes mayorías sin Estado, ni democracia
La crispación política actual que ocurre en Guatemala, fue y es una constante durante los dos siglos de República. Estos desencuentros dentro de la élite, algunas veces, se resolvieron con bayonetas, otras veces, con capitulaciones democráticas.
En este sentido, el desencuentro actual entre el sector de la élite desobediente a los caprichos norteamericanos y el sector obediente a los gringos se resolverá… Siempre para afianzar los intereses hegemónicos.
Para las grandes mayorías despojadas de Guatemala, en especial conformada por sectores campesinos, indígenas y mestizos empobrecidos, el Estado, en buena medida, en el mejor de los casos sólo significó obligaciones sin derechos, y en el peor de los casos, despojos violentos de sus territorios y vidas.
La afirmación de: “nosotros no tenemos Estado” o “sobrevivimos contra la voluntad del Estado”, expresada en reiteradas oportunidades por portavoces indígenas políticamente organizados, no es una falacia, ni metáfora. Es la cotidiana realidad que los medios y la opinión cualificada de la guatemalticidad no lo admite, ni lo difunde.
Un Golpe de Estado de 70 años irredento
En 1954, el gobierno norteamericano promovió el Golpe de Estado contra el gobierno de Jacobo Árbenz, cuyo proyecto de país era la modernización del país (sin indígenas). Aquel Golpe fue legitimado por la Organización de los Estado Americanos (OEA).
Desde entonces, los sectores medios, populares y campesinos más ilusionados con el proyecto de la modernidad no lograron revertir dicho Golpe. Estos sectores subsisten bajo el régimen de un Golpe de Estado material que les niega derechos y oportunidades ya por 7 décadas continuos.
Lo mismo ocurre con la democracia. Las grandes mayorías, en estos dos siglos de República, jamás conocieron la democracia electoral (elegir y ser electos). Tampoco fueron asumidos por el Estado como ciudadanos plenos.
En dos siglos de República, la única vez que intentaron ser ciudadanos en y desde las urnas las grandes mayorías del país organizados políticamente, fueron castigados por las élites (lícitas e ilícitas) con la exclusión electoral y la aniquilación legal contra todo lo establecido en la Constitución Política democrática. Ocurrió, en las elecciones generales del 2023, con el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP). Entonces, ni democracia electoral, mucho menos democracia integral forma parte de vida e historias truncadas de las grandes mayorías del país.
Una esperanza que alumbra desde la plurinacionalidad
En este contexto, muy a pesar del crimen y castigo contra las grandes mayorías populares por parte de la oligarquía y de su maquinaria estatal, las y los no ciudadanos se resisten a morir en la indiferencia ante el “teatro político electoral” made in USA que prosigue en Guatemala.
En algunos casos, organizaciones indígenas, propulsadas por algunas ONG financiadas por la USAID o por el entusiasmo de sus dirigentes que aspiran ser admitidos (algún día sin falta) en la Guatemala oficial”, se movilizan en las ciudades exigiendo la “renuncia” de la Fiscal General de la República. “Respeto del voto popular”, consignas destituyentes que casi ya se hacen costumbre desde el escenario teatral del 2015.
En otros casos, en especial jóvenes, quienes quizás desconocen la tramoya de este criminal teatro político electoral, se suman a las calles en defensa de la “nueva primavera” guatemalteca que promete “restaurar” el bicentenario Estado criollo, racista, aporófobo que junto a las empresas transnacionales coloniza y saquea a los 24 pueblos del país ya por dos siglos.
Quizás lo que da mayor esperanza reflexiva y activa, en este país oficial en penumbra, es la actitud de los pueblos, colectivos y comunidades en resistencia que impulsan, desde hace más de una década, lo que denominan el proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional (ACPP) para diseñar y construir un Estado plurinacional para el Buen Vivir. Este sector popular insumiso al coyunturalismo made in USA, hace unos días anunció que volverá al paro plurinacional “exigiendo el respeto a la voluntad popular que demanda la ACPP para resolver históricas deudas irresueltas que condenan al país al eterno teatro o trifulca intra oligárquica calibrada por los EEUU.
En la propuesta e imaginación de la plurinacionalidad, la solución pasa por el conceso político jurídico entre todos los pueblos y sectores de una nueva Constitución Política Plurinacional que lleve la impronta y aspiraciones de todos los pueblos y sectores del país, impregnada de una ética política plural, para construir el Buen Vivir entre todos los pueblos y sectores.
El sector popular plurinacional saldrá a las calles, anuncian, exigiendo que el presidente electo, Bernardo Arévalo, asuma la presidencia e inmediatamente convoque a la consulta popular para que en las urnas se decida si Guatemala va o no a la ACPP.
Nada está definido aún en el horizonte político inmediato de este país policromático. El factor “pueblos conscientes” podría, si acaso, prevenir al país de la triste suerte de las “revoluciones de colores” o del epílogo triste de las movidas destituyentes bajo la consigna de: “renuncia ya, renuncia ya”. Después de todo, estas consignas de las movidas destituyentes sólo sirvieron para entregar el Estado a otro comando corrupto más avezado.
* Defensor de Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos desde Abya Yala